11:00 pm...
A diario veo más personas en las calles, son una masa abarcando cada espacio,
A diario veo más personas en las calles, son una masa abarcando cada espacio,
es sofocante
estar entre ellos, unos parecen clavados al suelo, no dejan pasar ni un suspiro,
otros pasan
gritando a los cuatro vientos episodios de sus vidas al hablar por teléfono como
si fuera a importarle a alguien y para acabar de completar unas personas que venían
en contra vía , se movían según me moviera yo , era un bailecillo gracioso,
improvisado sin querer , la gota fue cuando me dijeron : - oye , ¿y donde es la
fiesta? , no hallé otro modo de frenar aquella escena ridícula, sino quedándome
estático con una risita de medio lado, hasta que al fin pasaron de largo.
Mientras avanzo,
en alguna zona cero de esta selva, me detengo, dirijo mi vista al infinito azul
del cielo tranquilo, pesaroso, escucho sus lamentos, tiene tos crónica y mantiene
con careta de oxígeno, me ha dicho que sufre de fiebres delirantes, está
enfermo de gas carbónico, metano y emisiones industriales, es por eso que las
tardes son rojas – me dijo-,
De repente, en
la plaza, junto a un viejo edificio religioso, una parvada de aves se
alborotaban cuando la gente les arrojaba puñados de maíz, provenían de todas
partes a tal velocidad que silbaban en el aire, sus cuerpos desprendían una
estela negra de hollín (además de otros gérmenes), muchas chocaron contra el
suelo, los tejados, ventanas, intoxicadas y ciegas…
Sigo mi camino,
a lo lejos percibo el fuerte y solemne tañido de campanas, el sonido agudo hace
un barrido de explosión atómica que lo envuelve todo en un trance hipnótico, subliminal;
voy dejando atrás
la muchedumbre envanecida en ficciones de farándula, son arrastradas por tentáculos
hacia los centros comerciales, ellos buscan atención, a cambio dejan su dinero.
Cerca de mi hay
una señora muy interesante, es elegante y sofisticada,
su tono de voz
me resulta atractivo, es cálido, me transporta a atardeceres naranjas, de esos
en los que las nubes asemejan ciudadelas fantasmales flotantes, con sus
callejuelas solitarias, cual ese lejano horizonte cautiva mi corazón, quisiera
no dejar de escucharla, contando sus
historias de viajes, pero ya se ha ido, mi visión ha vuelto a lo terrenal y
mundano, sin embargo, espero volver a encontrarla, mirándome con sus ojos de
estrella , que me tocaron con ardiente deseo.
Valió la pena...