lunes, 7 de mayo de 2018

Andando…



Se avecinan vientos de tormenta, la agitación sigue afuera,
escucho el sonar de sirenas  varadas en las calles
ellas traen mensajes de tragedias y dolor
un hombre paso corriendo la carretera y fue atropellado
por un sujeto borracho pisando el acelerador.

Pronto la gente comienza a murmurar
-la culpa es de este, o de aquel-
por fortuna no hubo “gravedad”
decía  entre arcadas y eructos nauseabundos el conductor,
pero quedó alguien tendido en el suelo,  que ya no llegó.

Reina una tensa calma, una risotada alcohólica,
la muchedumbre, que no se pierde ni la corrida de un catre
ya tiene las primeras hipótesis sobre el incidente,
y es que las calles son tierra de nadie y para nadie,
por ellas transitan los que no pueden esperar
hay lugares para los vivos
continuamente ocupados con sus máquinas,
si le pasan a alguien por encima,
parte sin novedad, que fue un auto fantasma
y fácil, todo quedó en la impunidad,
el muerto al hoyo y el vivo al baile.

-Antes las bestias tiraban de los carros,
¡ahora van al volante de cero a cien en segundos!
porque es siempre insuficiente la calle
para el tamaño de su imprudencia,
que no generalicen, algunos refutan,
de todos modos, sí son muchos a toda velocidad,
como si peatones también no fueran
pero , si es que  “les coge” la tarde ,
¿Por qué no madrugan más?…

Jairo T.









Neblinas…




-El  mundo requiere que cada persona se convierta en máquina-

A diario siento que estoy vivo,
no soy imitación artificial,
no ha sido azar o coincidencia,
el universo mismo hace parte de mi alma,
a diario, es asombroso lo que hay ante mis ojos,
veo a profundidad los más vivos colores,
inhalo el oxígeno que aún queda de algún bosque cercano,
entonces, una explosión  vibrante y placentera
recorre cada célula de mi cuerpo .

Hoy las hojas de los arboles cayeron adormecidas en espiral,
varias quisieron ir con migo al trabajo prendiéndose de mis ropas
sus pequeñas voces me contaron historias por todo el camino.

Pareciera un extraño sueño, aquellos que me rodean
solo siguen hacia adelante como sin voluntad ,
oscurecidos y distantes, sin principio ni final
son sus rostros blanquecinos, como muertos ya.

Una formación de nubes se apresta a liberar su lluvia,
Acá abajo, junto con las demás criaturas sedientas,
me alegra y reconforta.

Que bueno es el infinito cielo, el habla a mis silencios,
en las noches me encuentra cansado y sin fuerzas
en el insomnio de contar ovejas en pijama.

Jairo T.