Quiero deshojar tu bella piel, dejar
expuestas
esas tus suaves y turgentes carnes,
recorrer las vastas extensiones de tu
cuerpo
sobre pegasos blancos, a veces
presurosos , a veces en calma.
Deseo reposar en tu cuello mis besos
en llama infatigable,
viendo el resplandor divino de tu
sonrisa de nieve,
quiero volar al paraíso mirándote a
los ojos,
sentir que vivo y muero sobre ti,
eres el agua cantarina que desciende
sin miedo
a la profundísima sima
donde habitan los condenados.
Debo hacerlo, sí, he de encontrar la
infalible manera
en la cual el universo conspire a mi
favor,
he de llegar a tu corazón, atándote a
mi alma
con los más dulces acordes de una melodía
jamás compuesta
y que nunca querrás dejar de escuchar.
Ya en tus ojos de estrella he visto,
como en las noches de luna sin sueño
dibujas mi nombre en la ventana
lanzando al aire las palabras de tu sombría
desolación,
ven ¡oh pues! a mí, para caer
a los senderos prohibidos del pecado,
sin perecer,
allá donde teñidas por nuestra sangre
florecen las más hermosas rosas rojas…
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